Padre e hijo compraron todas las entradas de la Copa América con la fe de que Argentina saldría campeón
Un fanático de la T se arriesgó a comprar todas las entradas de los partidos de la Copa América con la seguridad de que vería a los jugadores de la Selección de Argentina en la final. En la travesía, lo acompañó su padre, el impulsor de su pasión por el fútbol. Conocé la historia de estos dos jesusmarienses.
Agustín Curto es un joven programador de 28 años que vive en Jesús María. Como todo hincha argentino, de pequeño se enamoró de la pelota y el fútbol. Desde esos días, los colores de la infancia le hicieron atesorar un sueño que aguardaría cumplir en su adultez: pisar una tribuna en algún mundial.
Recientemente cumplió el anhelo de ver a la “Scaloneta” tras consagrarse bicampeona de la Copa América. Antes de comenzar el campeonato y sin cavilar, se embarcó en comprar las entradas de los seis partidos con la seguridad de que por tercera vez consecutiva argentina sería campeón.
Este impulso surgió por una locura frustrada que vivió en el Mundial de Qatar 2022. Entre el ansia de cumplir su sueño y la inviabilidad de costear tal gasto desistió ante los precios inaccesibles que “comenzaron a volar”.
Consultó en decenas de agencias, pero ninguna ofrecía un precio razonable. Cuando comenzó el mundial y veía que los jugadores avanzaban de fase, hasta llegó a pensar en “quemar todos los ahorros o endeudarse”. Dejando la potencia de un corazón soñador para otro momento, entendió que sería una locura. Como “una espina clavada” se prometió que en la próxima oportunidad “iría como sea”, sin dejar pasar el tren.
En cuanto se enteró sobre los detalles de la Copa América, invitó a la mejor compañía que podría tener; su papá Néstor Curto. En el viaje se sumó Jorge, un amigo de su padre, junto a su hijo Nicolás, de 23 años.
Cuando intentó registrarse para la preventa de entradas, no quedó seleccionado. En la dulce espera logró registrarse en una página en la que sin desconfiar compró casi la totalidad de las entradas.
En Jesús María, a millas de la sede de la Copa, Agustín tenía en su bolsillo las entradas para la fase de grupos, cuarto de finales y semifinales, a excepción de la final, que aún no estaban disponibles. Cuando ya se encontraba en Miami, unos días antes de comenzar el campeonato compró las entradas para la final.
Aunque muchos consideran que la frase “elijo creer” es un cliché, al momento de comprar los tickets de todos los partidos, solo consideró esa opción. Lo arriesgado de esta decisión, fue que los partidos dependían si los jugadores clasificaban en primera o en segunda. El impredecible resultado del equipo implicaba diferentes vuelos, dejando dos destinos al azar; Houston o Arlington y así consecutivamente.
“Realmente fue así, yo dije van a salir y me la jugué por Houston. Fue un poco jugado, la verdad tenía la ilusión y me emocionaba en los partidos. Tenía mucha ansiedad porque el desempeño de la selección en la copa no fue tan bueno como había sido en el mundial, bajamos el nivel, entonces me daba un poco de miedo el clavarme”, contó Agustín.
Agustín reveló lo valioso que fue viajar con su padre, dado que su locura por el fútbol se la debe en su gran mayoría a la crianza que recibió. Así es que el destino llevo a dos fanáticos “a un país donde el futbol no es tan apasionante” como lo es para ellos.
A su parecer, el fútbol “es una cosa más que nos une”. Hincha de Talleres vio jugar a su equipo como local y visitante. Contó que ver a los jugadores de la Selección de Argentina, se siente como si se estuviese observando un “equipo de estrellas”, en donde los mejores disputan en un mismo partido.
Para llevar consigo sus ideales y orígenes al estadio, fabricó una bandera en la que plasmó el escudo de Talleres con la bandera argentina detrás, y con una descripción que dice “Jesús María”, en representación a su ciudad.
Portar su bandera no fue nada fácil, dado que tuvo problemas para ingresarla en varios de los estadios. De hecho, en ninguno le permitieron colgarla, y particularmente en Houston le negaron el acceso, teniendo que dejársela provisoriamente a un desconocido.
Su trayecto comenzó en Miami y de allí se fueron trasladando de acuerdo a las sedes de los partidos. El primer partido fue en Atlanta (Mercedes Stadium); el segundo en New Jeresy (Metlife Stadium); el tercero en Miami (Hard Rock Stadium); el cuarto en Houston (NRG Stadium); el quinto en New Jeresy (Metlife Stadium) y el sexto en Miami (Hard Rock Stadium), para la final.
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Como testigo del campeonato, Agustín remarcó que la venta de tickets fue “malísima”. Las preventas se vieron agotadas porque muchas personas compraban hasta dos entradas por partido a 200 dólares para revenderlas el triple del valor oficial.