El testimonio de una jubilada que decidió enfrentar el cáncer de mama sola
Cada experiencia es única y las decisiones de quienes lo viven en carne propia, son incuestionables. Esther es una jubilada de 66 años que hasta el día de hoy trabaja en el rubro de la salud. Los golpes de la vida la llevaron a resolver sus problemas sola. Decidió superar un cáncer de mama junto a sus hijos y su hermano. El resto del familiares y conocidos, jamás se enteraron por lo que pasó.
Esther es una enfermera jubilada de 66 años, que vive en Jesús María. Por más de cuatro décadas trabajó como profesional de la salud y hasta el día de hoy dedica algunos días para seguir ejerciendo. A pesar de realizarse controles al pie de la letra, en el 2021 fue diagnosticada con cáncer de mamá.
Todo comenzó por un “mimo” que decido hacerse. Luego de trabajar toda su vida, criar a sus hijos sola, y ver a sus nietos crecer, Esther había ahorrado un dinero para realizarse una mamoplastia. Al conectarse con su cirujano plástico, una de las ecografías reveló que un tumor detrás del pezón invadía uno de sus pechos.
Luego de cientos de exámenes de compresión, biopsias, punciones y demás, lograron identificar que se trataba de un tumor luminal A.
Esther contó que durante las primeras semanas, sentimientos de tristeza, desconsuelo y llantos la invadieron por completo. Su cuerpo comenzó a cambiar, al punto de perder 13 kilos en menos de un mes. Con el curso de los días decidió “ponerle el pecho” y agilizó la cirugía lo antes posible.
A pesar de los golpes de la vida, Esther es una mujer que se acostumbró a enfrentar sus problemas en soledad. En su juventud se hizo cargo de sus tres hijos sola y luchó contra toda adversidad sin ayuda alguna. “Así ha sido toda mi vida y me acostumbre”, agregó.
De allí que solo decidió contar su diagnóstico, a sus hijos y a su hermano. Familiares, amigos y conocidos, hasta el día de hoy, jamás se enteraron por lo que pasó. Sin embargo, en un día como hoy, alzó su voz para contar que cada experiencia y decisión, es comprensible para quién lo vive.
En la cirugía, lograron quitarle el tumor y para mayor seguridad, extrajeron los ganglios centinelas de las glándulas mamarías. Su cuerpo se impregnó de hematomas, bajó de peso y perdió un pezón necrosado, dado que el tumor se escondía detrás. Por cinco años, debe tomar pastillas y mantener controles anuales de análisis de sangre y ecografías.
Con el tiempo, Esther se recuperó completamente, y terminó con lo que todo había comenzado: se dio el gusto de ponerse la prótesis mamaria.
“No le tengo miedo a la muerte, pero he visto sufrir a muchas mujeres por esto. Es muy triste, ninguna se merece pasar por tal degradación física, no acepto que sufran así. Para quién lo vive en carne propia, es muy doloroso. Es tan silencioso que no te avisa”, se expresó con una emoción acompañada en lágrimas.
En este 19 de octubre, Día Mundial de la Lucha contra el Cáncer de Mama, Esther insistió en que los controles son esenciales y convierten una enfermedad terminal en cura, en una oportunidad para comenzar de nuevo.
“Aunque sea una vez al año, no lleva mucho tiempo. Se van a Córdoba o al centro y de paso pasean, se toman un cafecito, se hacen un mimo”, concluyó.