Cinco décadas viajando a dedo para vender peperina en Colonia Caroya
Es el vendedor ambulante con mayor edad al que le compran peperina en la ciudad. Oriundo de La Pampa, viaja a dedo todos los días y se queda más de seis horas parado en la avenida de la Colinia para vender sus 40 racimos. Es un popular vendedor, que en 50 años se ganó el corazón de todos.
Osvaldo Álvarez es un jubilado de 70 años, conocido como el popular “vendedor de peperina” de la ciudad de Colonia Caroya, desde hace más de 50 años.
Su simpatía y vitalidad por seguir trabajando, son rasgos que lo han distinguido, al punto que al día de hoy, todas las personas lo reconocen al instante.
Vive en la comuna de La Pampa, Departamento Totoral, jurisdicción de Ascochinga. Todas las mañanas se levanta cerca de las 7 para hacer dedo en la ruta de su pueblo. Las personas lo transportan hasta la intersección del semáforo de la avenida San Martín de Colonia Caroya y allí comienza su jornada laboral. Otras veces cuando prospera el bolsillo, gasta dinero en un pasaje y viaja en colectivo.
Con 40 frondosos ramos en mano, cuando aparece la luz roja en el semáforo, Osvaldo interviene la ruta entonando un pegadizo cántico que resuena “peperina” o “pépe”.
Durante más de seis horas diarias, no se retira del lugar hasta vender todas las plantas aromáticas que trae en su bolsa. Haciéndole frente a cualquier inclemencia climática, soporta las lloviznas y los golpes de calor que brotan del asfalto.
A pesar de ser jubilado, Osvaldo contó que el dinero “no le alcanza” y todos los días tiene que ganarse el pan. No obstante confirmó que le gusta trabajar como vendedor, y lo seguiría haciendo por más dinero que le sobre.
Comenzó en el mundo de la mercancía ambulante ofreciendo helados en una conservadora. Por más de 14 años caminó diariamente 14 kilómetros hacia Santa Catalina con el verano en los hombros.
Desde su juventud, siempre se mantuvo “trabajando y nunca en la macana”. Se desempeñó como empleado en el área de “ordenanzas” en la antigua emisora “LV3”; en la Fuerza Aérea y pintaba junto a su difunto padre.
Decidió vender peperina, porque sus sobrinos se la consiguen de Santa Catalina. En los tiempos de su juventud divina, vendía en todas esquinas de la Colonia, recorriéndola “de punta a punta”.
Actualmente vive junto a su hermano y jamás se casó ni tuvo hijos.
Entre lágrimas, Osvaldo dijo que no le queda ningún sueño por cumplir, más “que morir vendiendo peperina”.