Carta de un no vidente: “Si hay fantasmas, nada mejor que encender la luz”
Una frase clásica, hoy en boca de José Eduardo Fernández, un hombre no vidente de 70 años que ante las adversidades de la vida encendió la luz para tomar conciencia de sí. A raíz de un curso de alfabetización digital, José sintió el impulso de escribir abiertamente a la comunidad, una carta sobre la condición de la discapacidad y otros temas aparejados que tienen que ver con la discriminación social.
José Eduardo Fernández es un adulto mayor de 70 años, no vidente, su diabetes sumado a una mala praxis le hicieron perder la visión desde el año 2002.
En el presente, lleva 45 años de casado y su interés por el conocimiento no deja barreras que le impidan cumplir sus sueños.
Recientemente culminó una capacitación digital que le sirvió de puntapié para manifestar a través de una carta temas elementales y experiencias que tienen que ver con la discapacidad. En ella, escribe frases sentidas que invita a una reflexión, concientización y responsabilidad por parte de todos los ciudadanos a la hora de poner en la mesa las problemáticas aparejadas a estos temas.
Algunas de las frases más introspectivas de la carta de José Eduardo Fernández;
“Acerca de la ‘discapacidad’“
Existe en nuestra sociedad, la necesidad de “rotular” a cada sector de la misma de acuerdo con sus funciones o rol que le compete. Cada sector aludido responde a ese rótulo con tics, jergas, códigos propios que transforman a esos núcleos, en unidades completamente diferenciadas unas de otras.
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El calificativo discapacitado, también es una identificación, pero nos UBICAN en un sector en el cual no elegimos estar, por lo tanto no es mutua la correspondencia, no se establece esa relación biunívoca,. El distintivo no es, precisamente, una distinción, al contrario, es una sentencia que, con el tiempo, va transformándose en condena, la cual, es ejecutada, inconscientemente, mediante valoraciones como: “pobrecitos”, “que divino sos”; actitudes protectoras que, como contrapartida, poseen el mensaje perverso, contemplativo con la aceptación de un modo de vida, en el cual no tener expectativas, sería el rol que le compete al grupo identificado unívocamente por el mote “discapacitado”.
Un problema oftalmológico, no es motivo para que los demás sentidos deban atrofiarse al asumir actitudes, que significarían el sometimiento a una solapada discriminación.
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Estas consideraciones, son el sustento del siguiente interrogante: ¿Qué es la discapacidad?. ¿Qué cantidad de prejuicios, preconceptos, son necesarios para sustentar el vocablo “discapacitado”, camuflaje perfecto que mimetiza a quien la pronuncia, justificando su descompromiso con palabras piadosas, y con las mismas, pretender internalizar la inaccesibilidad a los demás códigos, como si no estuviésemos aquí sino en otra parte?
¡No estamos en otra parte! Estamos aquí en “el medio”, sin contención de una sociedad que debe modificar algunos patrones.
No voy a caer en el facilismo ni en la especulación que significa esperar que los demás resuelvan todo. De ser así, mi proceder se encuadraría en “más de lo mismo”.Es decir, estaría victimizándome, para encontrarme con palabras y actitudes solidarias, o sea lograría “cambios que no cambian nada”.
Pero para cambiar, debemos cambiar todo y ese proceso exigiría que cambiemos todos. Haciendo una analogía con la naturaleza, al dotarnos con la suficiente amplitud, teniendo la indispensable apertura en nuestros pensamientos y concepciones, lograríamos comprender que: existe otra perspectiva para observar el mismo paisaje.
Este paisaje, fue observado durante siglos por los que nos antecedieron y ahora están bajo tierra, pero nos dejaron inserto, en la memoria genética, un legado traducido en gestos discriminatorios.
Pero si munimos al pensamiento de la suficiente racionalidad, podremos edificar un nuevo punto de observación desde el cual miraríamos el mismo paisaje a partir de lo positivo, distinguiendo con claridad que, la capacitación destaca a la capacidad y es otro el aroma que el viento carga , pues es el aroma de la integración. Lograr este desafío es haber encontrado la bisagra que testimonia un proceso de profundo cambio.
Mi experiencia personal durante estos años fue que, a fuerza de capacitarme, logré cambiar algunas conductas observadas por quienes me rodean, y entre los que comparto actividades allegadas al ámbito de la cultura.
Si hay fantasmas, nada mejor que encender la luz. La encendí, no van a poder creer, ¡no había ningún fantasma!. Tomaron conciencia de que mi persona no estaba en otra parte sino que estaba ahí, ejerciendo los códigos a través de los cuales siempre nos comunicamos.
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La memoria muscular, es el medio con el cual podemos ejercer nuestras capacidades. A otra prueba me remito, si no fuese por la ejercitación de este sentido, no podría estar escribiendo, mediante esta herramienta, manifestando con mucha fuerza que: soy una persona capacitada, con expectativas, y pretensiones propias de cualquier ser humano, a quien la ceguera no le ha quitado la dignidad ni el poder para desarrollar actividades laborales, como así también, sentirme integrado y contenido, por Mis Queridos Compañeros, y sin dejar de considerar la actitud de quienes nos guían en este proceso educativo aplicado en los proyectos de generación de trabajos haciendo hincapié en la solidaridad y en la inclusión de quienes manifestamos algunas dificultades.
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José Eduardo Fernández