La Minerva: Seis décadas de trabajo familiar
Don Olicio Lóndero lo compró con ese nombre, que tiene su origen en aquellas viejas máquinas tipográficas en las que se hacían las primeras impresiones en papel. Desde aquel 1964 hasta ahora todo cambió en Jesús María, pero el local sigue en el mismo rubro. Hoy son sus hijos los que mantienen viva la llama.
Cualquiera que pase por la calle Tucumán, pleno centro de Jesús María, difícilmente pueda evitar la tentación de, al menos, echar una ojeada a la vidriera de “La Minerva”.
Ni siquiera hace falta decir la dirección exacta, sino al contrario, es muy común que, para ubicarse, uno diga que lo que busca está “a la vuelta de La Minerva”, o al frente de “La Minerva”. Una especie de rosa de los vientos imaginaria que es parte del inconsciente colectivo local.
Hace seis décadas, en 1964, Don Olicio Lóndero junto a su esposa, decidió comprar las llaves de un comercio que ya se llamaba “La Minerva”. El nombre viene dado por aquellas viejas máquinas tipográfica con la que se hacían las impresiones en papel.
Desde entonces, el local fue cambiado de imagen, pero siempre mantuvo los mismos rubros: bazar, juguetería y librería.
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Su vereda era muy reconocida porque Don Olicio sacaba centenares de productos y los exhibía al aire libre, tratando de tentar a los potenciales clientes. Y claramente la estrategia le funcionó de maravilla.
Había que trabajar duro para mantener a los ocho hijos que tuvieron junto a su señora: maría Rosa, María Concepción, María Inés, María Angélica, María Cristina, Carlos, Eduardo y Alejando. Todas las mujeres llevan el “María” adelante.
“Nosotros nos hemos criado acá, jugábamos acá adentro”, contó María Rosa, mientras intenta despachar a uno de los clientes que acaba de ingresar al local.
El pasado 27 de septiembre La Minerva recibió el Premio Pío León, el máximo galardón que tiene la ciudad.
María Rosa cuenta con sus ojos húmedos de emoción que no sólo son ocho hermanos, sino que entre todos tuvieron 21 hijos y ya perdió la cuenta de cuántos integran la cuarta generación familiar.
Siempre trabajaron todos en el negocio, atendiendo, acomodando y devolviendo una sonrisa a cada persona que decidía comprar allí juguetes, algo de regalería, bazar y cualquier otra curiosidad.
María Rosa deslizó que uno de los secretos para que el negocio funcione es la constancia y el esfuerzo en cada cosa que emprenden.
En los últimos años el local fue reformado, pero sin cambios en los productos que venden.
“Creo que lo más importante es asumir que a todos nos tocan responsabilidades, en las pequeñas cosas, como abrir todos los días a la hora que corresponde, atender al cliente, informarle, es lo que nos tocó a nosotros”, apuntó una de las propietarias.
Hoy, las tres hermanas que están constantemente detrás del mostrador de La Minerva esperan que alguno de sus hijos o sobrinos pueda tomar la posta, pero hasta el momento, cada uno está dedicado a su profesión.
“Todos los años decimos que fue suficiente –se ríe, pero no me veo fuera de aquí y tengo una buena relación los clientes, que más que clientes son amigos”, finalizó María Rosa.